Dios es verdad y no puede mentir (Números 23:19).
Jesús mismo se declaró “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).
Cuando hablamos con verdad, estamos alineados con el carácter de Dios.
2. La mentira es pasajera y destructiva
La mentira puede parecer útil en el momento, pero pronto se descubre (Proverbios 19:5).
El enemigo es padre de mentira (Juan 8:44).
Mentir rompe la confianza y destruye relaciones.
3. La verdad trae confianza y seguridad
El justo habla verdad en su corazón (Salmos 15:2).
La integridad sostiene la vida del creyente (Proverbios 10:9).
Ser veraces nos permite vivir con libertad, sin temor a ser descubiertos.
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Efesios 4:25).
Un testimonio íntegro honra a Dios y bendice a los que nos rodean.
La palabra veraz se convierte en semilla de justicia y paz (Santiago 3:18).
Conclusión
El proverbio nos recuerda que la verdad tiene permanencia y valor eterno, mientras que la mentira solo ofrece una ilusión pasajera. Ser personas veraces no solo refleja el carácter de Dios en nosotros, sino que también nos permite vivir en libertad, cultivar confianza y dar un buen testimonio en este mundo. Hablar con verdad no siempre es lo más fácil, pero siempre será lo más seguro delante de Dios.